Henos aquí en otra noche de luna lunera cascabelera, en donde a mi cerebro se le ocurren ideas, llama recuerdos, e inventa historias que nunca acaban de empezar pero que mueren al alba.
Y aunque quisiera dármelas de poeta torturada, yo diría más bien que es todo lo contrario. Diría que vivo en el espejismo de mis delirios, donde creo ser la heroína de mi historia, una especie de cenicienta, con melena encanecida, y armadura de plástico.
Sentada en este sofá, a merced de grillos, mosquitos y cigarras nocturnas que tienen a bien hacernos compañía, trato de tejer historias, pero las ninfas que inundas mis noches, se niegan a hablarme, y las letras caen una a una como gotas de lluvia.
Simplemente nada desea quedarse en el papel, las letras han decidido hacer una huelga y se descuelgan una a una del papel. La “h” le ha pedido perdón a la “j” y se abrazan como hermanas, la “y” y su eterna rival la “i” se van de la mano. Al menos esta parece ser una noche de reconciliación entre ellas, aunque a mí no me quieran dar ni las buenas noches.
Sólo la pequeña “o” parece mirarme con cariño, pero ha venido su mamá, la “O”, y se la lleva de la mano. Es esta, en verdad, una noche solitaria.
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